martes, 12 de enero de 2016

BREA



Yo he visto la decadencia del hombre, sus ojos huecos y su piel cuarteada; he visto la resignación de la partida inminente y del desconsuelo afincado en el alma. Yo he visto las ganas de comer y la comida abundante y he visto las mandíbulas muertas; yo he visto el olor que se mira, que se toca, el que no tiene nombre porque su nombre ya no es de este mundo, y he visto el frío de dentro barnizando lo de fuera. Y veo el miedo y la ira y la pena, y a ratos la vergüenza que antes no se tuvo y que ahora tanto pesa.

Yo he visto al hombre como es, con todo, sin nada, aferrándose a la vida que ya no quiere aunque no lo sepa; y he visto en una sola mirada todo cuanto le sobra y todo cuanto no tuvo. Y la gratitud. Y la paciencia. Y la humildad impuesta por la naturaleza. Y la agitación y la torpeza.

Yo he visto tanto lo negro, la brea, las calvas baldías de las entrañas, que ya no vivo si no es por lo blanco, por hacerlo mío y por conservarlo, para que al llegar mi hora Ella no venga en vano.