Yo he visto la decadencia del hombre, sus ojos huecos y su piel cuarteada; he visto la resignación de la partida inminente y del desconsuelo afincado en el alma. Yo he visto las ganas de comer y la comida abundante y he visto las mandíbulas muertas; yo he visto el olor que se mira, que se toca, el que no tiene nombre porque su nombre ya no es de este mundo, y he visto el frío de dentro barnizando lo de fuera. Y veo el miedo y la ira y la pena, y a ratos la vergüenza que antes no se tuvo y que ahora tanto pesa.
Yo he visto al hombre como es, con todo, sin nada, aferrándose a la vida que ya no quiere aunque no lo sepa; y he visto en una sola mirada todo cuanto le sobra y todo cuanto no tuvo. Y la gratitud. Y la paciencia. Y la humildad impuesta por la naturaleza. Y la agitación y la torpeza.
Yo he visto tanto lo negro, la brea, las calvas baldías de las entrañas, que ya no vivo si no es por lo blanco, por hacerlo mío y por conservarlo, para que al llegar mi hora Ella no venga en vano.
Me toca la fibra sensible
ResponderEliminarSublime. Y si esto tan bello lo puedes escribir no alcanzo a imaginar que es lo que se queda en tu retina porque no encuentres las palabras. Miento, si puedo imaginarlo. Yo tambien tengo esos ojos.
ResponderEliminarUn abrazo y la enhorabuena de un desconocido. Gracias por compartir.
Muchísimas gracias. Es un placer y un halago sólo el hecho de saber que hay quienes llegan hasta mi blog y lo leen y si además comentan me puedo sentir satisfecha. Me alegra también que tengas ese tipo de ojos con los que se ve más allá. Otro abrazo para ti.
EliminarMe gusta mucho. Solo eso.
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