martes, 29 de marzo de 2016

LA NOCHE DE LOS MUEBLES CRUJIENTES



De nuevo llegó la noche silenciosa y contundente y, tras hacerse la remolona jugueteando con las páginas de la última lectura, lo envolvió todo con su negrura y su majestuoso vacío sonoro. Como si escondida en su tarima cómica diera las pautas a los integrantes de su compañía teatral, exhaló su aliento frío simulando el chasquido de la claqueta para que al tiempo comenzara la escena. Fueron apareciendo todos. Los pies, casi gemelos, ocuparon su sitio haciéndose hueco en el calor de la ropa, les seguían las piernas que se retorcían intentando acomodarse de acuerdo con el tronco y los brazos que parecían por momentos tres o cuatro en lugar de dos; la cabeza, rendida y sin fuerzas ya para hacer de batuta, entraba como podía en una simbiosis espesa con la almohada que se hendía sin remedio ante el afán de un cráneo impaciente por abrirse paso en la nada del descanso.

Cuando el ritual se hubiese completado las entrañas así lo sabrían, puesto que eran ellas las que daban por concluido el preámbulo y avisaban que el aplauso estaba próximo y con él la caída del telón que daba paso al sueño.

Y en medio del aspecto desértico y aun así desordenado de las bambalinas que reposan hasta nuevo uso, todo quedaba en calma. Por fin. Hasta que como gatos abandonados que empiezan a recobrar fuerzas comenzaba a chirriar la madera a intervalos previsibles y no menos espeluznantes. Con cada crujir de la cómoda una idea aún no dormida saltaba en la cama, en cada punzada de la silla un propósito no cumplido se incorporaba para colocarse las sábanas, cuando maullaba la mesita un deseo no alcanzado descolocaba la almohada... 

miércoles, 23 de marzo de 2016

QUE ASÍ SEA, QUE ASÍ SOY

Como si nunca se le fuera a ir la vida, como si la absorbiera, atemporal, en cada grado de su giro. Es por eso que el girasol parece altanero, y hasta arrogante, porque estando en manada está solo, únicamente mirando hacia arriba, buscando la luz, persiguiéndola obcecado y antojándose más amarillo que el propio astro aun siendo opaca su naturaleza, y fugaz, y efímera, y solitaria.

Y así muere, lento pero rápido, amarillo pero apagado, colmado de pipas pero hueco, fuerte pero solo. Mas si entonces pudiera hablar, que puede, majestuoso diría: que así sea, que así soy, que así muero, pero quita, aparta, que el sol me tapas...