Ahí va flotando en una nube densa como puré. El viento la zarandea, se mueve, se agita, se estira, se calma, se forma, se espesa otra vez. No rompe, no abre, no llueve, ¿qué hace? Sostiene, soporta en su lomo aquello que ahí ves. No lo veo. Sí lo ves. No lo veo. Sopla y mira otra vez. Un soplo, dos soplos, tres. Se encoge, se expande, la nube se va a romper. Se aclara, se extiende, se vuelve transparente, se empieza a deshacer. Ahí está, ya se ve. Es rojo, se mueve, bombea, está vivo, ¿qué es? Algo que puse allí arriba casi sin querer. Entonces, si sigo soplando… Sopla, sopla fuerte, abre tus brazos y sujétalo bien al caer.
viernes, 24 de noviembre de 2017
jueves, 2 de noviembre de 2017
TODO HABLA
Con el tiempo, llamémoslo el tiempo, las palabras empiezan a ser menos. Uno no sabe exactamente por qué, si es porque se fue quedando sin argumentos nuevos, porque los viejos ya están manidos, porque los sonidos pesan en vez de volar, porque es tanto lo que hay que decir que cuesta darle forma o si, sencillamente, se tienen menos ganas, o recursos, o a saber. Y no es algo malo y no es que se quiera evitar comunicación alguna, más bien al contrario, se pretende un entendimiento mudo, una complicidad silenciosa basada en todo aquello que no son palabras. Hartan las explicaciones reiteradas, las aclaraciones de lo que ya estaba claro, como también escuece seguir abriéndose el pecho cuando hace ya tanto que luce en canal.
Con el tiempo, llamémoslo así, uno ya sabe con quién quiere hablar sin hablar y no espera menos y tampoco quiere más. La boca para comer, para respirar, para morder y besar. Se desea ser oído con los ojos, con la contemplación productiva de quien quiere escuchar sin prisas, desde la madurez. La energía habla, el modo de mirar también, la postura en el sofá, la cantidad de comida que se pone en el plato, la camisa negra que se escoge por la mañana, el perfume que se usa para cenar acompañado o el agua de colonia para ir a trabajar. Los suspiros hablan, las miradas de reojo también, las sonrisas que se regalan sin ningún motivo, las lágrimas que asoman y no llegan a caer, el pisar acalorado por el pasillo, el modo de cerrar una puerta o el volumen al que se pone el televisor. El sueño profundo habla, las vueltas en la cama también, la barba mal arreglada, los cordones desatados, la ropa interior color crema, las persianas bajadas, los roces de manos, las risas hacia dentro o los botes de champú. La mesa llena de cosas habla, la silla vacía también, las pelusas rodando, el vaho en el espejo, la lista de la compra o el libro que se lee. Todo, todo habla. Es bonito y es feo, pero es bueno no hablar y hacerlo a la vez.
Con el tiempo, llamémoslo así, así tiene que ser.
sábado, 2 de septiembre de 2017
MI PLAYA DE PLATA
Hay en el mundo una playa que huele a aceites y tripas, a marismas y a ostiones, a plumas mojadas, a estío. Ella no sabe que es playa porque aún no dejó de ser río, y es arisca y despeinada porque no sabe hacer olas, ni rugir con genio, ni atraer gentío. Sus barcas que son su espuma conocen su desvarío, la acompañan en su baile y le silban al oído. Mi playa tiene teselas color de plata en su lomo, brillantes como diamantes, nerviosas como potrillos, ligeras como bichitos. Y suenan. Suenan a sal, a cauce, a mar, a agua dulce y rocío. Sólo cuando la escucho mi playa de plata sonríe. Mi playa de plata que es río.
lunes, 24 de julio de 2017
EL DULCE AQUELARRE
Tengo un azucarero para guardar el azúcar de otros tiempos. Lo tengo, es mío, como tienen los poderosos sus riquezas, los países su patrimonio, los avaros sus codicias. Lo tengo en alto, sobre unos libros que hacen de peana reposa majestuoso y sucio de azúcar viejo en sus bordes, no decora, acompaña mi estancia. A veces levanto su tapa y miro dentro, paseo los dedos por los restos blanquecinos y afilados del condimento ya seco que un día endulzó las tardes de mis ancestros. Temo despegar alguna lasca, son tan pocas; temo despojarlo de su eco dulce, por eso lo hago suavemente, más con la mente que con el tacto. Y entonces afino la vista y me pierdo en su fondo. Veo cabellos blancos, delantales de cuadros de vichy en color azul oscuro, babuchas de suela negra y medias marrones de goma dura, veo mejillas sonrosadas en una cara que no conozco y que me agrada. Son tres mujeres, cuatro conmigo. Yo soy la intrusa, la invitada atemporal, la buscadora de oro. Mi madre aún es una niña que juega con el azúcar, se ensucia su pelo grueso con granos pegajosos que se han quedado en sus manos; su madre la mira tranquila mientras gira en una taza una cucharilla minúscula. La anciana se remanga el delantal y se sienta a la mesa fuerte y vetusta como la ensoñación que me ocupa.
Allí está mi tesoro, en el centro, solemne y absurdo a un tiempo, haciendo de fuego sagrado como si no supiera que es un azucarero de cerámica, seguramente barata. Se para el reloj. Mentira. No hay minutos ni horas ni segundos, no hay nada más que ellas cuatro, nosotras cuatro, cuatro generaciones en torno a un recipiente con azúcar. No siento pena, no me palpita distinto el corazón por la nostalgia, es otra cosa, es la felicidad extraña que provoca acariciar una alhaja, es la calma del ahora infinito, la fusión del antes con el Yo puro. Sólo siento un halo de angustia al cerrar la tapa y devolverlo a su sitio, que no se caiga, que no se rompa, que no se despeguen los granos dulces que le hacen estar tan vivo. Tengo un azucarero que fue de mi bisabuela donde guardo el azúcar de todos los tiempos.
viernes, 21 de julio de 2017
PARCIALES, SUMANDOS, TOTALES
Encajar
no es complementar, al revés tampoco. Encajar es sólo eso, hacer click,
amoldar una pieza dentro, encima, debajo, al lado de otra a modo de
puzle, como puede encajar un gajo de mandarina en el lugar de un diente
de ajo o una castaña en el hoyo número cuatro de un campo de golf.
Encajar resulta armónico - en apariencia -, homogéneo - a simple vista
-, sencillo y automático, pero pobre.
Complementar es destacar sin sobresalir - homogeneizando -, es aportar y recibir - formando armonía -, es no hacer click o quedarse fijado allí, en el hueco evidente; es hacer distintas cada una de las posibilidades que son infinitas. Complementar es posar un punto rojo sobre un fondo gris haciendo al gris indispensable y al rojo necesario para que sean eso que ambos son cuando se dan a un tiempo, genuinos, conjuntados que no iguales. Complementar es más bello que encajar porque requiere el esfuerzo natural de las cosas que terminan siendo únicas en unión tras haber sido ordinarias por separado.
Complementar es destacar sin sobresalir - homogeneizando -, es aportar y recibir - formando armonía -, es no hacer click o quedarse fijado allí, en el hueco evidente; es hacer distintas cada una de las posibilidades que son infinitas. Complementar es posar un punto rojo sobre un fondo gris haciendo al gris indispensable y al rojo necesario para que sean eso que ambos son cuando se dan a un tiempo, genuinos, conjuntados que no iguales. Complementar es más bello que encajar porque requiere el esfuerzo natural de las cosas que terminan siendo únicas en unión tras haber sido ordinarias por separado.
lunes, 17 de julio de 2017
VESTIGIOS
Si en el viaje te pierdes siempre puedes buscar el marcapáginas, si es que lo dejaste, o el borde doblado de la hoja, si acaso la quebraste. Uno se moverá contigo, será tu candil hasta el último aliento de la última letra; el otro quedará siempre entre las líneas como una cicatriz reminiscente. Así se marca la vida. Y los libros.
viernes, 2 de junio de 2017
FELICIDADES ES PLURAL
Existen cumpleaños modestos, con escaso jolgorio y celebraciones justas,
cumpleaños multitudinarios, con invitados que nadie conoce y caretas sin
gomillas, hay cumpleaños tristes, sin tarta, sin apenas nadie - o nadie
- y con los pesares de las arrugas y los despropósitos. Hay cumpleaños estándar, con
felicitaciones sinceras y regalos elegidos, y tensos, y lacios, y
desproporcionados y hasta violentos los hay. Y luego están los que yo
llamo cumpleaños huecos. Y así los nombro porque sin
remedio alguno mi capacidad sinestésica me hace ver en el cinemascope de mi cabeza una
especie de masa formada por anillos o circunferencias concéntricas. Son
algo así como capas de distintos colores. Hay una capa plagada de flores
formando una guirnalda circular, hay otra capa con regalos
deliciosamente envueltos; acercándose al centro le sigue una capa llena
de sol y brisa cálida, luego otra más que sabe y huele a carne recién
guisada, y otra que está hecha de poros, de abrazos, de manos que se
entrelazan y de calor corporal; y hay una última capa de un color que no es
de este mundo y que se asemeja al verde y en donde se puede apreciar una
mezcla de almas - no queráis saber qué forma tienen, la tienen -, a veces me parecen muchas formando una sola y la
mayoría de las veces me parecen ser sólo dos. En el centro, presidiendo
la aureola mágica, y como cabría esperar, va la persona cumpleañera, sin cara, sin cuerpo, sin nada tangible aunque pueda verla bien, la sinestesia es así . Por
eso yo los llamo cumpleaños huecos, porque en mi bola de colores de
este día el centro hace ya tiempo luce vacío. Desde luego son
asuntos de imágenes mentales, bien distintas a las imágenes del espíritu
que se amontonan sin dejar espacio hasta el punto de maravillarme al
comprobar cómo siempre cabe algo más. Esas nunca dejan de crecer, aumentan y aumentan en número, en calidad, vívidas y puras, siempre festivas aun cuando antaño, quizá, no lo fueron tanto.
viernes, 21 de abril de 2017
PÉTALO A PÉTALO, UN LIBRO.
Es mejor escribir con tachones, mejor que un retroceso de plástico marcado por una flecha, es más hermoso a los sentidos de quien escribe conservar bajo una línea o varias o un garabato aquellas palabras que no serán las definitivas, sino que fueron sus precursoras; es mejor el papel arrugado testigo de la furia del juntaletras, reliquia de sus ripios y motivo de sus ganas. Es mejor la tinta, que no deja de ser sangre, oscura y fría, pero sangre que aún no sabe que lo es; es mejor construir montes lasca a lasca, hoja a hoja, gramo a gramo. Es más bello ver el cuerpo del hijo que crece a imaginarlo ya henchido, tocarlo y amar sus golpes, sus borrones y sus renglones torcidos. Es mejor empuñar el arma, curtir la piel, sudar la pluma, sentir las venas aporrear el trazo, ganando terreno, corriendo al son de los tambores que marcan el ritmo de la batalla, que duela, que cunda, que agote, que satisfaga. Es mejor, diría. Si yo escribiera, si yo lo hiciera, si yo lo fuera.
martes, 21 de marzo de 2017
YA ES PRIMAVERA
Flores y engendros nuevos, viejos trompeteros y crecientes alérgenos; sudoraciones incipientes, alteraciones nictemerales, ostentoso júbilo y estornudos con estruendo. Talones agrietados, dedillos excarcelados, carne blanca y baldeos de suelo; pájaros chillones, ráfagas de viento, viejas en balcones y perros sueltos. Ya es primavera, estaréis contentos.
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