viernes, 10 de junio de 2016

LA CARTA DE AJUSTE


Estábamos casi a media luz, invierno, sentados junto a la mesa camilla que en aquellos tiempos era el centro neurálgico del hogar, de hecho, no teníamos sofá ni lo echábamos de menos porque, entre otras cosas, aún no se estilaba en las casas, al menos en las casas humildes como la nuestra. Yo estaba terminando de hacer algo en un cuaderno de anillas, a ratos con la mano derecha y a ratos con la izquierda, seguramente unos deberes inventados, con esos años todavía no llevaba tarea a casa, pero a mí me gustaba escribir, garabatear y jugar a ser más responsable de lo que en realidad era, igual que ahora.

Mi padre, que estaba sentado tieso como un palo a mi lado, se levantó un poco para alargar el brazo y subir el volumen del televisor, y con ese poco tacto para decir ciertas cosas que le caracteriza me dijo: "A partir de mañana no ponen Banner y Flapi nunca más". Se me heló la sangre y una coz imaginaria me atravesó el estómago. Empecé, como siempre hago, con un amago de puchero, luego, como siempre también, intenté adaptar la realidad a un estado que no me lastimara tanto basándome para ello en el mínimo atisbo de esperanza real que podía ver en aquel momento. "Pero si acaba de empezar, mira, tú le has dado voz para que lo veamos", dije. "Sí, el de hoy, pero mañana ya no hay. Se acaba. Para siempre".

Lloré y lloré con el corazón encogido durante la media hora agónica que duró el capítulo. Todavía lo recuerdo y me angustio. Ya no pensaba en lo que estaba viendo, ni en sus caritas felices y sus saltitos graciosos, ya sólo pensaba en mañana, en mi pena y mi desconsuelo de no verlos mañana, en lo irreparable de aquello.

Curiosamente de aquel "mañana" no recuerdo nada. Sin embargo, a lo mejor es por aquel mal rato por lo que me gustan tan poco las personas que con sus sentencias pesimistas de futuro hacen de menos al presente, esas personas que dan más importancia a las preocupaciones supuestas y agoreras que serán, o tal vez no, antes que a disfrutar los pequeños gestos del aquí y el ahora, esas que se empeñan en enturbiar el momento con sus lamentos y su proceder de visionarios nefastos. A lo mejor por eso y porque supe customizar aquella experiencia es por lo que siempre encuentro un resquicio de luz entre la mierda que otros arrojan queriendo o sin querer, aunque eso da igual. Mañana ni mañana, ¿qué es mañana, qué poder tiene para reventar un hoy?.

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