domingo, 26 de abril de 2020

ENCONTRARSE ERA ESO


Encontrarse, después de todo, no era difícil. Bastaba con parar tres segundos tras cualquiera de esas oleadas de chocazos en tan hermético habitáculo, pararse no solo a respirar con más ganas para seguir chocando, bastaba con parar del todo por un instante. Y observar. El ritmo de los latidos, la falta de aliento, el agotamiento, las ganas y, sobre todo, las intenciones que, premeditadas o no, ponen en marcha la máquina. Encontrarse no era difícil, menos aún en un mundo creado a demanda, cerrado y propio, y tan desconocido a veces por aquello de ir formándolo sin pautas ni planos ni modelos que admirar. Obstinación y soberbia, desde luego, y exclusividad, por supuesto. Encontrarse se antojaba idílico, no obstante, y justo por eso lejano aun estando tan cerca. Encontrarse era eso, parar, aceptar, comulgar y perdonar para luego ver qué hacer. Encontrarse no era un sueño ni un espejo, ni siquiera una voz en segundo plano anunciando la llegada, sino un comienzo infinito con lo que ya había, para seguir chocando quizá, para continuar nadando o para ahogarse tragando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario