Yo tuve un hogar, uno grande y sempiterno. Un hogar de antebrazos fuertes y hombros frescos, de aliento cálido y cansado, siempre vivo, aun muerto. Tuve un hogar de regazo temprano e imperecedero. Yo tuve el hogar, los lares, el fuego, cuando no reinaba la dicha y bailaban las cortinas proclamando inviernos. Un hogar plagado de sonoros silencios, callados festejos. Yo tuve un hogar blanco, níveo, sereno, lleno de curvas y vaivenes, calmado trasiego. Seguro, blindado, de amor ciego. Yo tuve un hogar. Yo guardo el hogar, yo soy el hogar donde llevo morando por siglos, desde antes y hasta luego. Yo tuve un hogar venidero, que vive porque no está, porque fue y porque ha de serlo, sin paredes que lo ahoguen y sin suelo. Tuve el hogar que libé agarrada a su seno. Yo tuve un hogar, lo tengo.
“A la larga la verdad no importa, importa saber volver a casa”.
ResponderEliminar- Enrique Vila-Matas
Tal cual.
EliminarFalsedad
ResponderEliminarSe te va un poquito...
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