viernes, 20 de marzo de 2015

Estatuas de sal

Puedo ver vuestra torpeza, vuestras miradas zigzagueantes frente a mis ojos, y también veo vuestros gestos de culpa encubierta. Os volvéis ponzoñosos y reacios y teméis que yo lo note, y lo noto, y me fijo en la incomodidad que canturrean vuestras voces, absurdamente, con melodía de excusa. Os parte en dos que yo quiebre vuestra monotonía, vuestro hábito a lo fácil. Tan acostumbrados andáis a mi risa que no sabéis tratar su ausencia. Por alguno de vosotros siento pena, en otros identifico lo ridículo y en la mayoría aprecio miedo, ese miedo que dan las pandemias y las invasiones en general. Soléis correr sin mirar a donde e incluso llegáis a reptar hacia un agujero cual sabandija que sorprendió la noche, y si optáis por quedaros, lo hacéis convertidos en estatua de sal. Si os tocara en ese momento con uno de mis índices y mi cara seria os desmoronaríais estúpidamente manchándome los zapatos. Es tan tóxica y caótica vuestra actitud que prefiero seguir sonriendo aun encontrándome librando cincuenta batallas, pobres estatuas mías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario