Como una pluma antigua y suave, preñada de aromas de Oriente y posada en mi hombro, cálida y ajada, agitada por su vuelo siento tu respiración que es la mía perforando mi nuca. Exhalo a través de tus poros húmedos y caigo sin remedio en la nada negra e infinita; la candencia de tus caderas me mantiene levitando como un globo colmado de helio que precisa la huida, me siento morir a cada segundo y cada segundo es la eternidad en la que me salvas la vida para darme luego la muerte, apalabrada, consentida. Y quiero seguir muriendo y seguir estando viva, tuya en esta espiral de sudor, lucha y saliva.
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