Me emberrenchino porque no lo comprendo, soy capaz de
recrear mentalmente la voz de Constantino Romero y hasta la del Chiquilicuatre
y en cambio no puedo por más que aprieto los ojos y los sesos traer a mi cabeza
el sonido de tu voz. Con lo fácil que me ha resultado siempre manejar reminiscencias,
con lo bien que se me da registrar en los recuerdos en blanco y negro, ¿cómo es
que aún puedo sentir el olor de aquel juguete de goma amarillo con forma de
conejo? ¿cómo es que noto si quiero el sabor ácimo del caliche de la pared que
tanto me gustaba picotear? ¿cómo es posible que pueda disfrutar todavía del
placer de reposar mi mejilla en uno de tus brazos tiernos y no pueda oírte al
menos susurrar? ni tu risa, ni una tos, ni un suspiro, ni estornudar siquiera. Lamento
no haberla capturado, no haberla encerrado por siempre para tenerla luego como
un himno. Y sé que era viva y alegre y sé que era concisa y firme, y sé que era
dulce y cálida y sé que ninguna otra se le parece, si acaso la mía en
ocasiones, pero sólo porque te pienso fuerte aunque no me dé ni cuenta.
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